"Yo entendía sus ojos"

En el último número de la revista Imagofagia, Fabián Soberón entrevista a Juana Sapire, la compañera del cineasta Raymundo Gleyzer, en su casa en Nueva York. A continuación, un fragmento de la misma: 


F.S.: ¿Tenían conciencia de la magnitud de lo que estaban haciendo? ¿Alguna vez pensaron que Cine de la Base iba a ser lo que es hoy?
J.S.: Yo no sé qué decirte. Para Raymundo y para mí la vida era así. Esto era lo que hacíamos y además nos gustaba mucho. No era un sacrificio. Nos gustaba muchísimo. No veíamos la trascendencia. Éramos muy jóvenes. Cuando se lo llevaron, Raymundo tenía 34 años. Del valor me doy cuenta ahora. Para mí y para Diego Gleyzer, el orgullo más grande es lo que hacen los chicos de los Centros Culturales Raymundo Gleyzer. Hicieron un plan de vivienda. Porque hay mucha gente sin vivienda. Como acá, en New York. ¿Vos sabías que acá, en New York, hay más viviendas ociosas que gente en la calle? Además, hubo mucho tiempo en que fuimos ignorados. Las universidades no sabían nada hasta que difundimos las películas que yo conservé y hasta que Virna Molina y Ernesto Ardito hicieron el documental Raymundo. Ellos estuvieron cinco años trabajando en ese documental. Y recién ahí se empieza a saber de Raymundo Gleyzer, de su cine y de Cine de la Base.

F.S.: ¿Cómo fue el secuestro?
J.S.: A Raymundo lo secuestran el 27 de mayo, actual día del documentalista en su honor. Cuando fui a su departamento encontré todo destruido. Ahí mismo supe que lo estaban torturando mucho. Y como dice Diego: “mi papá no les iba a decir nada. Ni el nombre del gato, ni el nombre de la comida del gato”. Yo supongo que lo mataron enseguida porque dijeron este no va a decir nada. Y yo pienso lo mismo que Diego. Cuando me fui, yo pensé: “ojalá muera pronto. Ojalá que el corazón le estalle antes de que lo martiricen un año”. El consuelo que tenemos es que el corazón no le aguantó. Una chica contó que vio un muchacho de ojos claros que se llevaban para tirarlo de un avión. Yo creo que ese era Raymundo. Raymundo hizo lo que tenía que hacer. Pero él no dio su vida. Se la sacaron. Como Rodolfo Walsh, como Haroldo Conti. Raymundo estaba con Conti. El cura Castellani fue a verlos. Entró y Conti estaba tan mal que no pudo hacer nada por él. Luego escuchó la voz de alguien que estaba vendado y encadenado a la pared. Esa voz dijo: “padre, soy Raymundo Gleyzer, dígale a mi familia que estoy bien. Ese era mi Raymundo. No dijo sáquenme de acá. Dijo: “dígale a mi familia que estoy bien”.


[Acá, la entrevista completa.]

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