PROPUESTAS CONTRA EL NARCOTRÁFICO Y LA VIOLENCIA EN MÉXICO


Marco Lara Klahr entrevistó a Johan Galtung el pasado octubre en México. El gurú de los estudios de paz -incluida la metodología del periodismo por la paz-, acompañado por Fernando Montiel, su discípulo y traductor en México, en esta charla propone algunas ideas para afrontar de manera integral el problema de la violencia que el narcontráfico ha desatado en los últimos años en México. 
Se entiende, de perogrullo, que esta política supone distintos grados de despenalización y blanqueamiento del circuito económico que la droga hoy efectivamente genera.
 A continuación, un fragmento de la misma -al final, puede descargar el pdf con la entrevista completa.


FM: ¿Cuál es su opinión sobre la intervención de tropas de Naciones Unidas en México?


JG: En lugares precisos, como Ciudad Juárez, pueden ser útiles, pero supervisadas por la comunidad internacional y solo para proteger a la población civil. El problema es que si tienes Cascos Azules en Ciudad Juárez los criminales van a mover toda la cosa a otra ciudad; logísticamente son tal vez más dinámicos que las tropas de Naciones Unidas.

MLK: Entre estas propuestas, ¿dónde sitúan la justicia penal y la impunidad?

JG: No solo en América Latina, en otras sociedades con narcotráfico la impunidad es alta. Esto no es relevante […] porque es la ventaja siempre de una guerrilla: define el encuentro violento porque sabe muchísimo mejor el terreno y cuando los militares avanzan ella se retira, se esconde y sale cuando quiere, sobre todo con las características de la geografía de México, que plantea una asimetría a favor de los narcotraficantes. […] Dudo que castigar penalmente sirva para reducir el narcotráfico.

FM: Si el sendero policiaco-militar es el único en México, ¿cuál es la proyección en el mediano plazo? Porque se sigue la política de Estados Unidos, que parece que no busca resolver el conflicto de los narcóticos, sino solo atacar la violencia derivada.

JG: La política de Estados Unidos es exportar la violencia y por eso la proyección es que puede continuar décadas, porque, repito, con iniciativas militares y policiacas aumenta el riesgo, y con ello las comisiones; hay más riesgo, pero más beneficio económico también, y los narcotraficantes hacen su cálculo. […] Con una política social hay alternativa; tal vez no ofrece tanto dinero, pero sí mucho menos riesgo y una vida más normal.

MLK: En cuanto a la sociedad civil y la academia, a veces predominan soluciones sesgadas, que descalifican otras soluciones, y quizás eso sea otro problema asociado.

JG: Las soluciones están, en general, lejos de ellos, pues al aplicar una sola disciplina monopolizan el problema. Lo vimos claramente con el ataque del monstruoso en Noruega que asesinó a 77 personas en un día. Tenemos un ejército de psicólogos y sociólogos, así como politólogos, cada uno con su tema y solo algo en común: no tienen soluciones, pero quieren dinero. Desde el punto de vista político, en Noruega se favorece la idea de la psicología porque se individualiza el fenómeno y no tiene nada que ver con los sociólogos ni con los partidos políticos ni con nuestra intervención en Afganistán. Yo quisiera saber en México qué tipo de disciplina académica favorecen los políticos.

FM: El Derecho.

JG: Eso es naturalmente el discurso criminal-policiaco, pero estaba pensando en discursos más sociales.

MLK: Tal vez un discurso político prestigiado socialmente sea el de «prevención del delito».

JG: Sí, siempre empezamos empujado la idea de que todos podemos hacer algo para cambiar la sociedad, pero nunca después de cometer un acto criminal. En Colombia tenemos lo mismo y al final se propone matar a todos los de las FARC.

FM: Puede matarse a todos los de las FARC, pero no a todos los pobres.

JG: Quizá se les pueda matar, pero en cinco años vendrán unos nuevos, con nuevos métodos. Pueden eliminar a quienes quieran, pero si no eliminan el problema que les dio origen, reaparecerán. En cambio, si eres un político listo puedes decir a los narcotraficantes, «Conocen bien la situación, vamos a darles amnistía y nos ayudan».

MLK: ¿Amnistía cómo?

JG: No sé, pero lo he indicado en Colombia; si uno empieza un trabajo serio para mejorar la situación de los más pobres, puede invitar a gente de las FARC a participar bajo dos condiciones: dejar las armas y hacer un acto de contrición, a cambio de amnistía.

MLK: Habrá quienes por el tipo de delitos no serían incluidos.

JG: En principio, todos serían incluidos.

MLK: ¿Qué papel tendrían los amnistiados, cómo ayudarían?

JG: Para seguir con el modelo chino, las pequeñas empresas deben resolver necesidades básicas, como policlínicas y escuelas sencillas, así como la agricultura nueva, algo mucho más ecológico, y para eso hay que tener mucha gente y es el trabajo concreto que pueden hacer, pueden construir todo eso, vivir de esas empresas y ascender socialmente, lo cual a largo plazo puede ser más interesante para muchos que una vida donde la amante se llame Kaláshnikov y la familia tenga tres de ellas.

FM: ¿Otro modelo de amnistía puede ser el sudafricano?

JG: Allá los han invitado a hacer una sola cosa, la confesión, pero no trabajo social; sin embargo, es un modelo y ha funcionado en el sentido de que se han evitado actos de venganza. La crítica es que solo los de más abajo han participado en la confesión pública, pero aun así se ha logrado un tipo de paz casi increíble, aunque desde el punto de vista económico no haya avances.

FM: Confesiones públicas de los narcotraficantes a cambio de perdón social y judicial.

JG: Sí, pero también imponiéndoseles la condición de participar socialmente.

MLK: ¿A título individual o aun a través de organizaciones?

JG: A título individual, no veo el gran diálogo entre el gobierno y, digamos, la Asociación Mexicana de Cadenas de Narcotráfico.

MLK: Pero sí por barrios, colonias, pueblos o regiones.

JG: Exactamente, aunque como correrían el riesgo de venganza de sus colegas en el narcotráfico, tendrían que recibir protección. Y es importante no pensar por ahora en todo el país y todos los narcotraficantes, sino por comunidades, creando tal vez zonas que pueden funcionar como modelos. Me parece que es más realista que la opción militar.

MLK: Habría que incorporar el resarcimiento a las víctimas.


JG: Hay que tener un proceso de reconciliación que incluya reparaciones a víctimas por parte de narcotraficantes, pero también de policías y militares interesados en distanciarse de sus actos del pasado. […] La experiencia sudafricana es que la contribución de los militares de bajo nivel puede ser pequeña, pero basta como valor simbólico. Me acuerdo de cuando estuve en Durban, con el famoso [Desmond] Tutu, que dijo: «Él puede, como mínimo, pagar esta piedra que queremos poner en la tumba». Entonces, mucho de eso puede ser un acto de compensación simbólico. Luego, con las reparaciones debe entrar el Estado, lo cual costaría menos que continuar por décadas con policía y militares.

MLK: Dé un ejemplo de conflicto violento donde el periodismo haya jugado un papel pacificador crucial, algo en qué inspirarnos como periodistas.

JG: Sin duda, Sudáfrica. Cuando los periodistas entendieron el pacto entre Mandela y [FW] De Klerk, hicieron un trabajo excelente de contribución a la paz. Por ejemplo, en aquella época, cada viernes se televisaban los actos públicos de contrición y compensación. Y esto para los militares produjo una especie de costo-beneficio, porque era mejor eso que ir ante un tribunal regular y terminar en la cárcel. Puede decirse que en vez de castigo penal había castigo social, y ha funcionado bien para la reconciliación, sobresaliendo la contribución de los medios.

MLK: ¿Fue algo espontáneo, o alguien entrenó o sensibilizó a los periodistas?

JG: Hay que entender las alternativas. [Nelson] Mandela dijo a De Klerk que quería un proceso penal contra todos los actos políticos violentos. De Klerk le respondió que si eso quería, podían olvidar el tratado que tenían, porque él no podía vender tal cosa a su gente blanca. De Klerk quería amnistía total. Como hablé con ellos, sé lo que pasó en su famoso diálogo. De Klerk hizo una pregunta a Mandela: ʽ¿Qué es más importante para ti, el castigo o que los crímenes sean conocidos?ʽ. Mandela respondió: «Lo segundo». Es genial, es algo nuevo que propone la verdad y, a través de la verdad, la reconciliación. Esto despertó un optimismo generalizado y los medios se sumaron con entusiasmo.

«[…] Cada viernes la televisión mostraba esa sala donde los actos de contrición y reparación simbólica ocurrían a la vista de todos. Participaban las madres a cuyos hijos mataron y, a su lado, esas mujeres profesionales de reconfortar que son una institución africana, llorando más que las madres muchas veces. En medio de todo, el señor Tutu advirtiendo que tienen datos de la policía de lo que pasó en tal pueblo, exactamente en qué fecha, y están comparándolos con los que da quien hace su confesión. Se ve ahí a perpetradores y víctimas a una distancia de cinco metros. El ambiente es denso y muy emocionante todo. Hubo casos donde lo que quienes confesaban no correspondía con el informe de la policía y entonces se les mandaba a un tribunal regular, advirtiéndoseles que abusaron de una institución que daba amnistía a cambio de confesión, contrición y una pequeña compensación a las víctimas. También hubo quienes confesaron más de lo que se sabía. Y todo eso lo vivieron y reflejaron los periodistas.

MLK: Es decir, ni gobierno ni periodismo privilegiaron el aspecto punitivo.

JG: Así es. El problema es que si tienes un problema social, decir que la solución tiene que ser social no suena sensacional, aparte de que en la tradición legal occidental cristiana tenemos esa idea de que el malo tiene que ser castigado y no puede funcionar como fuente de inspiración para cambiar la política. Si en México invitamos al malo a participar e introducimos un proceso tipo sudafricano, vamos a reducir el narcotráfico desde dentro. Esto sería más eficaz que la opción militar.

PDF de la entrevista completa.

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