“Balada de Boston (1854)”, Walt Whitman

Madrugué esta mañana para llegar temprano a la ciudad de Boston.
He aquí un buen lugar, me pararé a ver el espectáculo.

¡Apártate, Hemano Jonatás!
¡Paso al mariscal del Presidente –paso a la artillería del gobierno!
¡Paso a la infantería federal y a los dragones! (y los espectros se atropellan copiosamente).
Me place mirar las Estrellas, ojalá los pífanos entonen el Yankee Doodle.
¡Cómo relucen los sables del batallón de la vanguardia!
Todos los hombres empuñan su revólver y marchan rígidamente por la ciudad de Boston.

Sobreviene la niebla, llegan los esperpentos cojeando.
Unos tienen piernas de palo, otros van vendados y se muestran exangües.

¡Vamos, esto es realmente un espectáculo que ha sacado a los muertos de sus tumbas!
¡La población de los viejos cementerios de las colinas corre a verlo!
¡Fantasmas! ¡Innumerables fantasmas en los flancos y en la retaguardia!
¡Sombreros de tres picos, apolillados y mohosos –muletas de nieblas!
Brazos en cabestrillo –viejos que se apoyan en el hombro de los jóvenes.

¿Qué les incomoda, fantasmas yanquis? ¿Qué significa este cotorreo de sus encías desdentadas?
¿Las calenturas les convulsionan los miembros? ¿Creen que sus muletas son fusiles y apuntan con ellas?
No verán al mariscal del Presidente si se ciegan con lágrimas.
Exhalando esos gemidos van a ahogar la artillería del gobierno.

¡Por pudor, viejos locos! –bajen sus brazos amenazadores y no desordenen sus cabellos.
Aquí están sus nietos con la boca abierta, sus mujeres los contemplan desde las ventanas.
Vean con qué elegancia van vestidos, con qué disciplina se comportan.

Mucho peor –¿es que no pueden soportarlo?, ¿es que retroceden?
¿Esta hora que han pasado con los vivos ha sido demasiado muerta para ustedes?
¡Retrocedan, entonces, atropelladamente!
¡Váyanse a sus tumbas! ¡Váyanse a sus colinas, viejos cojos!
Tampoco yo he creído que éste era su sitio.

Pero éste es el sitio de una cosa –¿quieren que les diga qué cosa es, señores de Boston?
Se lo comunicaré al Alcalde al oído, él enviará una comitiva a Inglaterra.
Y obtendrá un privilegio del Parlamento, lleven un coche a la bóveda real.
Saquen el ataúd del rey Jorge, quítenle la mortaja y empaquen sus huesos para un viaje.
Busquen un recipiente yanqui –buen recimiente de negro vientre.
Leven ancla –despeguen las velas– pongan rumbo a la bahía de Boston.

Llamen otra vez al mariscal del Presidente y saquen la artillería del gobierno.
Traigan a los bramadores del Congreso, organicen otro desfile, custodiado con infantería y dragones.

Este jarrón de mesa es para ellos.
¡Miren ciudadanos pacíficos –miren desde las ventanas, mujeres!

Que el comité abra el ataúd y ponga en su lugar las costillas regias, que encole las que no se sostengan.
Que coloque la calavera sobre las costillas y una corona sobre la calavera.
Te has vengado, viejo estupendo –la corona está en el lugar que le corresponde.
Hermano Jonatás, métete las manos en los bolsillos –eres un hombre desde ahora.
Eres muy simpático –he aquí uno de tus buenos negocios.

(Walt Whitman, “Balada de Boston (1854)” en: Leaves of Grass. Traducción de Marcia Aguirre)

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